En un pequeño taller, donde el aroma a barro fresco se mezcla con la calidez de la tradición, se encuentra Francisco, en aquel entonces un pequeño aprendiz de alfarero que se dejaba las manos intentando fabricar pequeñas macetas, pero sobre todo, observaba a los mayores su técnica.
En el transcurso de esos 8 años, Francisco fue refinando su maestría, y además, le ofrecieron vender esas mismas macetas en mercadillos ambulantes. Fue entonces cuando se embarcó en esa nueva aventura, donde a parte de conocer muchos rincones de España con su burro, conoció las diferentes maneras de saber vender su producto al consumidor.
Este fervor y pasión del arte del barro, Francisco se lo transmitió a su hijo mayor Felipe, que desde bien pequeño se iba con su padre a esos mercadillos o a la rueda del barro para aprender del oficio.
A medida que el mundo ha cambiado, la familia ha sabido adaptarse. Han incorporado herramientas y técnicas, pero siempre manteniendo la esencia del trabajo a mano. Cada maceta que sale de su taller es un testimonio de su compromiso con la calidad y la autenticidad. Y ahora el relevo recae sobre las manos de Felipe, quien sabe el valor de esto.
Hoy en día, Felipe, con su visión fresca y moderna, ha llevado la tradición familiar a nuevas alturas. Ha explorado diseños innovadores y ha experimentado con colores y texturas, pero nunca ha olvidado las enseñanzas de su padre. Ha encontrado el equilibrio perfecto entre lo clásico y lo contemporáneo, creando macetas que no solo embellecen los hogares, sino que también cuentan una historia de dedicación y amor por la artesanía.